Cualquier
instante visto desde dentro se convierte en una eternidad envolvente, hasta el
punto de que periodos breves de tiempo suelen convertirse en patrón de medida,
en referencia para entender las realidades precedentes y subsiguientes. Solemos
querer entender la realidad desde los hitos más significados que preservamos
como fórmulas, o enunciados identificativos de un lugar y un tiempo. La
explosión biológica del Cámbrico no explica por sí solo la evolución viviente;
tampoco lo hace la extinción masiva del Cretácico hace sesenta y cinco millones
de años cuando cerca del 50% de los géneros biológicos desaparecieron. En ambos
casos, circunstancias extraordinarias tuvieron consecuencias extraordinarias.
Los
procesos de globalización de finales de siglo XX y principios del XXI
propiciaron el encuentro a gran escala de ciudades y poblaciones, de
tecnologías y economías, que por primera vez formaban un tejido internacional
continuo y altamente interdependiente. En este escenario, la arquitectura
desarrolló, como en el Cámbrico un universo de formas nuevas, a la búsqueda de
nuevos lenguajes arquitectónicos que distinguiesen a las nuevas sociedades. La
invención continua con sus luces y sombras nos ha legado nuevas especies
arquitectónicas. De ellas, algunas líneas continuarán su desarrollo en tiempos
adversos; otras desaparecerán, en una extinción masiva de arquitecturas de
difícil encaje en el actual Cretácico Urbano. Vuelven los pequeños mamíferos.
Los
arquitectos españoles que asisten año tras año, a una reducción extrema de la
industria nacional de la construcción, se esfuerzan imaginativamente por
mantener su oficio, desarrollando arquitecturas low-cost, basadas en inéditas
soluciones constructivas. La obligatoria contención formal de una economía en
recesión mantenida está modificando el escenario de investigación de la
arquitectura española, cuyas construcciones se alejan de las grandilocuentes
geometrías no cartesianas del pasado reciente, para evolucionar hacia espacios
más íntimos, cuidados y contenidos.
Mientras,
las Escuelas de Arquitectura españolas multiplican los programas de formación
continua, postgrados y doctorados, y reducen los titulados por año, aplazando
la salida de arquitectos a un medio profesional inerte. Estos programas son
burladeros de la corriente migratoria que afecta a la mayoría de los titulados,
que intentan prorrogar un par de años su partida hacia países en crecimiento
que sí precisen de sus conocimientos para el desarrollo mutuo. Evolución
obligada.
¿Evolución o involución?...el tiempo lo dirá.
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